viernes, noviembre 20, 2009

Ego

Cuando creces con la idea latente de que toda tu existencia ocurre por error, por un simple hecho del azar, un descuido del destino, es difícil vivir sonriendo. Lo bueno, es que con práctica aprendí a falsear mi sonrisa, y a comprender que realmente a nadie le importa cómo está uno. Me acostumbre a escuchar... También hablo mucho, tal vez con la extraña esperanza de que alguien finalmente me escuche y entienda que vivo con una herida abierta.

Cuando la flaca me dijo que estaba cambiada, me dolió, sobre todo por su tono de reprimenda, como si yo fuese la culpable de algún crimen; me hizo recordar esa vez que dijo que me habían estado analizando con unos amigos y que yo tenía unos defectos bien feos ¿Y quién no? Es decir, lógico que tengo que estar cambiada, llevo casi dos años lejos de quienes más quiero, mi padre cayó hospitalizado, mi madre que apenas puede sostenerse, rompí mi relación de casi cinco años por arriesgarme a hacer estupideces, y todo sola. Claro que estoy cambiada, un poco más dura, tal vez porque ya no me importa serlo.

Ya no me importa tratar con delicadeza a aquellos que no lo hacen conmigo.

Acá varias personas me han dicho que soy agresiva, pero solo dos, y hombres por lo demás, se han dado cuenta de que es un papel que se representar a la perfección.

Cada día es bastante parecido al anterior. Me levanto, me ducho, desayuno, me visto y al trabajo, teniendo que soportar comentarios idiotas acerca de mis ojeras o mi cara de culo. ¿Acaso estucarse es mejor que tomar desayuno? Pero tengo que aguantarlo, ya no soy una niña, no puedo ir a donde está mi padre y pedirle que me abrace, porque acá nadie me va a abrazar.

El trabajo no es tan tedioso, pero me da mucho tiempo para pensar, y nada bueno por lo demás. A veces llego simplemente a dormir, para que mi cerebro no me siga dando ideas idiotas... Otras, un vaso de ron con coca-cola o de vodka con tónica me animan a la vigilia, a tratar de sentir algo, de sumergirme en la vanalidad de aquellos fuegos artificiales que acompañan cada noche de alcohol... efímeros.

Si me preguntan cómo estoy, responderé bien, porque a nadie realmente le importa, pero la verdad es que estoy triste, y no por haber perdido, por ejemplo, a la única persona que he amado, como la flaca y él mismo creen. Tengo pena porque volví a ser la persona que era hace diez años atrás, una pendeja que jugaba a ser grande, se emborrachaba y de cuando en cuando se cortaba suavemente las muñecas mientras "Hurt" de NIN sonaba de fondo.

Siempre he tenido pena, es normal cuando sientes que eres un error del destino, cuando te la vives buscando alguna explicación del por qué estás acá. Intentando ser útil, de no defraudar a nadie, de ser la hija perfecta, de bajo perfil, que no exige nada pero que tiene claras sus obligaciones.

Sí, así es, siempre he tenido pena, solo que por casi cinco años, la había olvidado por ahí, porque por ese pedazo de tiempo, mi vida tuvo significado para alguien más. Todas esas sonrisas, toda esa ternura, todo lo bueno que se puede rescatar de esa persona, era porque al fin se sentía genuinamente útil. Era porque al fin, no sentía esos deseos atroces de simplemente desvanecerse.

A veces, todavía tengo la esperanza de volver a experimentar ese milagro, pero prefiero ahogar sus suspiros en un vaso con hielo y vodka, y esfumarlo con el humo de mis cigarrillos.


Mañana es 21, y te sigo extrañando, y no sé hasta cuando lo haga, lástima que me haya tenido que dar cuenta ahora, de que tal vez, hubo mucho de mí que nunca conociste, y hubo mucho de tí que nunca voy a conocer.

2 comentarios:

Gero dijo...

forza, estamos todos tratando de entender a que chucha vinimos y cada quien con su forma de descubrirlo, exito con la tuya.

te estas cortando? o fue parte de tu ejemplo? ... si es lo primero no lo hagas vales demasiado como dañarte gratuitamente

Ariadne dijo...

No me estoy cortando, era un ejemplo de mi actitud autodestructiva de hace diez años atrás, a la cual he vuelto.